¿Qué me pongo?

A veces, el cuerpo que hemos elegido, el que habitamos, dice tanto de nosotros que nos ahorra la tarea de tener que ir por ahí escondiendo o demostrando cualquier límite o capacidad. Eso es un arma de doble filo porque, en ocasiones, su lenguaje es mucho más expresivo y translúcido que el que usamos cuando movemos los labios. Sin embargo, a veces, dependiendo de muchos factores, utilizamos nuestro cuerpo como espía, nos metemos en un traje de impostor que camufla y esconde eficazmente nuestro profundo ser, incluso a nuestros propios ojos.

No sabría definir muy bien la causa. Puede que la razón primaria sea el miedo a no ser aceptados, a dar la cara, a ser responsables de nuestros propios actos o también, y en muchos casos, al poder de manipulación y al grado de impunidad que la invisibilidad otorga. O puede darse que, muchos de nosotros, vayamos bogando contra corriente, subiendo río arriba como salmones que nunca consiguen coronar la cima de su éxito interior, sencillamente porque no nos damos cuenta de que cuerpo y consciencia están pegadas de forma indisoluble y, cuando un remo va para un lado, el otro no puede ir para el lado contrario.

Si conseguimos que nuestros remos-brazos, mente-cuerpo trabajen al unísono, tendremos la imagen real, la auténtica, la que todo el mundo identifique y entienda, el traje que se nos ajuste como anillo al dedo.

Yo todavía me lo estoy confeccionando.

Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *