Mundo de hormigas

Lo duro es no enterarse, pasar el largo día y la gélida noche de los tiempos en este intransitable y azul mundo de hormigas, si sentimos. Este mundo de hormigas en el que imaginamos alcanzar a saber, envueltos y atrapados por esta necedad que nos anima, que es tan grande y tan plana; escudados e inmerso en esta ignorancia que no nos asiste y ni nos guarda de la desesperanza. Este mundo de hormigas en el que consumimos lo que creemos que es la infamia y sinrazón de cada día. Si no nos despertamos, seguiremos sufriendo esos dolores.

En este mundo de hormigas, los hermosos prodigios de las lunas, se nos ofrecen con el fulgor de estrellas que ya han sido, que han dejado su estela en ese espacio del espacio en la nada, en el vacío, que llueven luminaria todavía, que cada cierto tiempo, impactan, se deshacen, se desgranan; que, al cabo, son arena de mar, polvo de estrellas, fragmentos del naufragio estelar imponderable. Este mundo de hormigas y de azares en que somos llevados y traídos por esa inconsistencia del llamado ‘infinito’, por la eventualidad del aquí y el ahora en el que estamos, danzando a la deriva de esta sombra, de este caos circundante, de esta explosión de Nada que vaga eternamente, hurgando en las heridas de nuestros lacerados corazones. Este mundo de hormigas por el que transitamos sin encontrar un sur, un norte o un consuelo, manejando la brújula del duelo, la falaz condición de ser humanos, imperfectos, finitos. Viviendo en este mundo de hormigas preocupadas, del que desconocemos cada tramo, apurando el suspiro, midiendo nuestras fuerzas con una ensoñación absurda del espacio con el alma atrapada en una idea convertible en miles de minúsculos minutos. Este mundo de hormigas nos devuelve, si somos amorosos, a esa feliz entrada originaria de nuestro primer paso en esta tierra y de nuestra primera apertura de ojos a la luz de la consciencia.

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